miércoles, 10 de septiembre de 2008

BALANCE AL FINALIZAR.... UNO DE ESOS AÑOS

Cuando a uno le piden que haga un balance del año, las primeras palabras que surgen son: “ Aunque no fue un año muy bueno, tenemos la esperanza de que el próximo año van a cambiar algunas cosas por determinadas señales que vemos en el ámbito político o económico etc, etc”. En otros años, tal vez, hubiera escrito esto.
Sin embargo, este año es muy especial, no por lo bueno, lamentablemente. Se ha estado más cerca de los problemas que de las soluciones, de la depresión, que de la alegría, de la incertidumbre que de lo tangible.
El 2000, que se pensó como una nueva era de infinitas posibilidades, de cambios estructurales y de premoniciones incumplidas, ha dejado un sabor amargo, en el mejor de los casos.
Hemos visto mucho malestar y desesperanza, hemos visto como miles de argentinos han intentado irse del país y muy pocos lo han conseguido con promesas concretas de trabajo. Esto que podría parecer anecdótico nos deja una reflexión muy profunda sobre la Argentina que tenemos, pero quizá lo que deberíamos preguntarnos es qué Argentina queremos y de qué depende que cambie.
Se depositan muchas expectativas en los políticos que elegimos para que nos gobiernen, les creemos cuando nos dicen que tienen todas las soluciones, para todos y cada uno de los problemas que dejó el gobierno anterior, pero también nos “borramos” una vez que convencidos o no, entramos al cuarto oscuro, nos “borramos” de las responsabilidades que son inherentes al ciudadano cuando se vive en un sistema democrático.
Los políticos que están, los que estuvieron y seguramente los que vendrán, los enaltecemos nosotros, todos los argentinos. No son una casta reducida, ni los cargos son hereditarios, cualquiera puede acceder a la política, cualquiera puede llegar a ser gobernante, dependerá del pueblo argentino tomar conciencia ciudadana y participar de la práctica de la política, y tal vez con ello, mejorarla. Cuanto más variada y numerosa sea la oferta de políticos para elegir, menos expectativas tendrán los que están de enquistarse en el poder, menos posibilidades de creerse que son invencibles en las urnas y más posibilidades que entre toda la oferta se encuentre a alguna persona honesta y además sincera.
Tal vez el país no tiene opciones, tal vez el FMI nos manejara siempre porque le deberemos eternamente. Pero hay países que han podido crecer a pesar de esa pesada cruz del Norte.
Nos faltan políticos sinceros, idóneos, equitativos con todos los sectores de la sociedad, con ganas de trabajar y no de robar. Nos faltan personas que tengan esas características y quieran practicar la política con mayúsculas. Si usted cree modestamente que tiene esos atributos, no lo dude, practíquela, pero, ¡ojo!, también debe ser honrado y con convicciones fuertes, porque el poder corrompe.
Este no es un mensaje desesperanzado, porque a pesar de ver caras tristes, problemas económicos que se transforman en serios problemas de salud y de no ver un cambio muy profundo por más que cambie el milenio, también tenemos la suerte de ver a chicos riendo a carcajadas ajenos a cualquier realidad y llenos de fantasía, vemos la mano de la solidaridad tenderse como un puente de concreto, vemos que una sonrisa se expande cuando alguien demuestra su afecto.
No pensemos que estamos tristes, porque así lo estaremos, no pensemos que no tenemos salida, porque seguro que no la tendremos, no pensemos en irnos, porque no seremos los artífices de ningún cambio posible.
Algunos rezaran por la ayuda divina, para que Dios ilumine a los hombres, otros trataran de aunar esfuerzos para que todos juntos construyamos un mundo mejor, no importa como se haga, solo importa que lo hagamos y que nuestro pequeño paso a lo largo de todas las generaciones tengan un significado mucho más profundo que el de sentirnos satisfechos para con nosotros mismos, que sea el de sentirnos útiles para con la humanidad.


Artículo pedido por el Director de el Heraldo, semanario de A.G.Chaves, balance Año 2000

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