jueves, 4 de septiembre de 2008

ARGENTINA, PAÍS CANSADO

Es lógico que el espíritu decaiga, es lógico que las fuerzas físicas y mentales para enfrentar un nuevo día se pierdan. Es comprensible que el pueblo argentino no vea un rumbo, como aquél que tenían nuestros abuelos o nuestros padres, que a pesar del esfuerzo podían vislumbrar a su hijo el doctor, por ejemplo.

¿Dónde están los valores que nos hacen sentir y luchar como familia?, ¿qué podemos prometerles a nuestros hijos?¿qué seguridad podemos darle?.

Suerte de aquél que al final del túnel todavía puede ver una luz de esperanza, feliz pueda sentirse el que piense que la Argentina resurgirá de sus cenizas a pesar de los políticos, del FMI, de los empresarios y los financistas.

Tal vez el secreto esté en que debemos confiar sólo en nosotros mismos y solos aprender a salir enteros en cuerpo y alma del estado de país en el que estamos.

La verdad, la formula es inexacta para todos por igual, algunos la encuentran en la aplicación de la creencia, otros en el aislamiento progresivo con sus congéneres, otros pocos, en el amor desinteresado hacia los demás y muchos apuestan a cerrar los ojos ante la descarnada realidad que los abruma.

La verdad absoluta nadie la tiene. Sólo algunos con una fuente inagotable de optimismo pueden decir que son capaces de sortear tantas dificultades.

Cómo se agotan las fuerzan cuando día a día las buenas noticias no existen.

Pero algún impulso interno todavía nos moviliza ¿Por qué será? Tal vez sea el inconsciente colectivo que nos está indicando que entre todos podemos modificar la historia y nuestro destino. Tal vez, la fuerza de voluntad de la gente común sea tan poderosa como para indicar a quienes correspondan, el camino a seguir, para transformar sus almas y su naturaleza vil y mezquina. Entonces, a quien corresponda: no hagan oídos sordos a miles y miles de voces argentinas que les están pidiendo clemencia, honestidad, coherencia, idoneidad y por sobre todo que se despojen de toda apetencia personal para bregar por el bien común.

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